domingo, 24 de noviembre de 2013

¿Por qué la informática?

Siempre me he preguntado que lleva a una persona a elegir su camino en la vida. La educación que recibes de tus padres, las compañías que frecuentas, tus experiencias o tus creencias forman una opinión, que junto al capricho del azar te empujan a tomar una dirección u otra.

En mi caso, y desde que descubrí los ordenadores casi al mismo tiempo que aprendía a leer, siempre supe que de una forma u otra en mi futuro habría ceros y unos. Y lo supe desde descubrí que algo frío e inerte como un ordenador, hacía más amena la estancia en el hospital a mi abuelo cuando con seis años su nieto le escribía una pancarta que le animaba a ponerse mejor.

Mi padre es lo que yo considero sin lugar a dudas un electrónico frustrado. A el le apasionaba la electrónica, y como buen radioaficionado se hacía sus equipos de música, sus emisoras, e incluso le puso todo tipo de artilugios electrónicos al coche de pedales de su hijo. El fue quien trajo a casa mi primer ordenador, un IBM con veinte interminables "megas" de disco junto con las palabras que más odian aquellas mujeres que han compartido su vida conmigo,  "un momentito", "ahora acabo" e incluso el "un segundo que no puedo guardar".

Con los años llegó Internet, y con él una famosa frase de mi madre (que por aquel entonces veía aquel aparato negro como una caja que la dejaba sin línea de teléfono y que acercaba a su infante todo un mundo de perversiones y peligros) de "si entra internet en casa, me voy yo". Por suerte ella iba de farol, y con el tiempo no tuvo más opción que asumir que Internet era el futuro, y que la batalla contra el progreso es poco más que una causa perdida.

Sin embargo, y aunque suene contradictorio, es justo esto lo que me empuja a continuar. Hay una parte de mi que quiere hacerse vieja rápido, para sentir en mis carnes aquel miedo que sentía mi madre a lo desconocido, a no comprender del todo lo que tiene delante, o incluso para ponerle la cara a mi nieto que a mi me ponía mi abuela cuando yo le enseñaba lo que se podía hacer con un ordenador y ella me miraba con cara de el niño está haciendo brujería.

Y es que la verdad, tengo que confesaros que me impone respeto el futuro, pues entre la radio de mi padre y un mundo interconectado solo han pasado veinticinco años. ¿Qué será de nosotros dentro de otros veinticinco? Como decía una agrupación de carnaval, "lo veremos en la segunda parte del cuplé".

Una radio de válvulas, junto a un servidor doméstico. Algo nuevo, y algo viejo.


Firmado:
El investigador sin bata.

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